domingo, 29 de julio de 2012

Trémulo día



Y seguimos aquí, tratando de existir. Florecemos diariamente con el trivial anhelo de hacer un mejor día, desconociendo el resultado final del mismo… ¿Para qué, entonces, la lucha perpetua e incesante? ¿Qué motiva nuestra jornada y cuál es su galardón al final?
Tú, día, que nos envileces con desgracias, tristezas y miserias ¿deseas que luchemos por cambiarte? Parece más fuerte tu voluntad a la nuestra, tan fuerte que nos desmoraliza la idea de que mañana serás igual. Basta ver que el que hace mal triunfa satisfactoriamente: una clara invitación a vivir en el lucro deshumano desmedido.
Entonces, mi día querido ¿nos ceñimos a la precariedad humana? ¿Tornamos nuestros ojos a un vil destino desalmado donde sólo la corruptibilidad del alma hará próspera nuestra estadía terrenal? ¿Tenemos algún otro sendero? El juicio lógico indicaría un no. Pero ¡ah, qué dicha, mi querida y excelentísima virtud humana, que tienes las suficientes agallas para exaltar en cada momento precario la fortunísima bondad de cada cosa! Las tragedias no te hunden, te sensibilizan, te humanizan y te hacen actuar. La desesperanza no te corroe; la desigualdad te hace equitativo; el infortunio del otro enciende tu cálida solidaridad. Bendita humanidad que corre por tu sangre: te hace misericordioso, te hace compasivo, te hace persona.
El ocaso tuyo, día nuestro, nos encontrará solaz y satisfechos, no por haber mal actuado para obtener el deleite individual, sino por el regocijante gozo de haber sido una pieza instrumental en la vida de otros. 

1 comentario:

  1. Un eterno y de los mejor de los consuelos con el que nos podemos llenar de orgullo.

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